Salía tarde de su casa, no llegaba ni a segunda, como siempre.
Atravesando por el parque de siempre, justo dobla la esquina y se lo encuentra de frente, que mejor forma de empezar el día.
En el instituto el curso de segundo ya no son alumnos, son manojos de nervios con patas, y entre remordimientos de cabeza por el "esos cinco minutos siempre acaban siendo cincuenta"
y la poca adrenalina que le supone escaparse de su colegio entre clases, solo podía ser que el volviese a estar allí.
Y entre risas con amigos y comidas y meriendas, y rehabilitaciones de por medio, en un día que -para nada- aparenta ser un viernes,los dos tontos se quedan a solas a las tantas.
Total, que si beso por aquí que si beso por allá deciden andar en una de las calles ven:
-una caravana
-camión con gente dormitando dentro
Deciden dar la vuelta, el se acordaba de una antigua caseta que -aveces- se quedaba abierta (nunca se había dado el caso, pero por si caía la breva) y cambiar a la calle que cruza.
Pero claro, a esas horas, más cerca de que salga el alba de que salga una alma por la calle (ojo al dato), en la calle que cruza se encuentran:
-Un camión, de unos 10 metros de largo por 3 de alto, ABIERTO
-Un gato negro tumbado en la acera
los chicos deciden seguir calle adelante, porque la caseta está pasado el gato,(jejeje) total, que al pasar el gato podía tener la mirada del mismísimo diablo, largo rato comentaron el destello verde de su mirada, clavándose en ambos pares de ojos.
Pasado el gato y llegando a la caseta, casualidades de la vida ese día estaba abierta la puerta.
Pasaron del tema y se fueron a sentarse tranquilamente en la segunda calle que cruzaba a la derecha, y al volver a casa, también se encontraron a un hombre mayor saliendo a bajar al perro a las dos cero siete en la península,con peculiar mirada extraña.
¿Qué?
Así fué.

