

  Te dediqué una última mirada, un último abrazo, un último adiós.
No fuiste capaz de  concederme unas palabras concluyentes, solo diste explicaciones vanas y discutimos. Marchitaste lo poco que podía quedar  de nuestra esencia. Destruiste el mínimo atisbo de esperanza y creaste  un asolador vacío. 
  No fuiste consciente de lo relevante de aquellos días, incómodos pero  quizá necesarios. Nos quisimos y eso para ti no fue suficiente, nos hicimos  daño, mutilamos cualquier intento de amnistía. Fuimos irracionales y  ambiciosos.
  ¿Que nos reportó todo aquello? nada, dejamos dos almas rotas, dos  cuerpos vacios, dos mentes ajadas y dos vidas descuidadas. Recuerdo  cuando  expiraron nuestros sentimientos, el dolor y el pánico que me  daba el saber que jamás volveríamos a ser uno, el desamparo de pensar  que pasará con nosotros y el peso de mi soledad inminente. Me dejaste quitandome lo único que realmente amaba  en esta vida y aún así te perdono. Mi vida mudó drásticamente desde ese  instante, estoy radiante y  estupenda, soy feliz, y paradójicamente  gracias a tu abandono.